La Habana (PL) El 7 de febrero apareció la luz al final del largo túnel por el cual transitaron las principales fuerzas políticas de Alemania durante casi 140 jornadas, para reeditar por tercera vez la coalición que gobierna al país desde noviembre de 2005.
La canciller federal Angela Merkel, líder de la Unión Democristiana (CDU), y el presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), Martin Schulz, signaron el pacto para una alianza que parecía improbable.
Tras el descalabro de esta última fuerza en los comicios parlamentarios efectuados en septiembre de 2017, Schulz anunció que el SPD pasaría a la oposición. La alianza en 2013, por segunda vez, con el CDU y la Unión Social Cristiana (CSU) tuvo un alto costo político para los socialdemócratas.
Pero la inédita crisis política en que se encuentra la nación condujo a su agrupación a poner a un lado tal renuencia para reconsiderar la oferta de Merkel.
Ambas agrupaciones aprobaron el documento «Un nuevo comienzo para Europa, una nueva dinámica para Alemania y mayor cohesión para nuestro país» en cuyo preámbulo prometen, entre otras metas, renovar a la nación, invertir en el futuro, alcanzar el pleno empleo, así como promover la inversión para mantener y ampliar la prosperidad.
Según los analistas políticos, el punto central del documento está en Europa y la proyección de una renovada política exterior germana hacia la región.
En este sentido, Alemania pretende ser más activa en el debate para fortalecer a la Unión Europea (UE) y trabajar junto con Francia a fin de reformar la Eurozona.
Otra de las metas es buscar una «división solidaria de la responsabilidad de la UE» en la política de refugiados, precisa el escrito.
Respecto a la política interior, se pronostica un espinoso camino. Temas relacionados con la identidad y la globalización son parte del debate en la Alemania actual.
En cuanto a las finanzas, se acordó reducir el impuesto de solidaridad en forma escalonada y defender un presupuesto sin necesidad de nuevas deudas, con una iniciativa diferente con el fin de buscar un marco común para los impuestos corporativos en Europa.
De igual modo, el pacto busca regular el aumento de las contribuciones a las pensiones hasta 2025 y lograr que las grandes compañías paguen más impuestos. «Apoyamos la imposición justa de las grandes empresas, en particular las de Internet como Google, Apple, Facebook y Amazon», señala el texto.
Para mejorar la seguridad en el país, se propuso la creación de 15 mil nuevos puestos de trabajo y otros dos mil relacionados con la protección. La lucha contra el terrorismo también fue abordada en el acuerdo con un llamado a unificar los métodos y reforzar la «video vigilancia».
En el convenio, los futuros socios reafirman, además, el compromiso de Alemania para desarrollar las relaciones con la OTAN y aseguran el aumento del presupuesto para el Ejército, con el propósito de mejorar la formación y modernizar su armamento.
Sin embargo, el convenio no menciona la posibilidad de aumentar los gastos de defensa hasta el dos por ciento del PIB como tope en 2024, como aspiraba en un principio la canciller federal.
Asimismo, el país germano reforzará sus misiones militares en Afganistán y Mali, y desea ampliar los programas contra los extremismos. En este escenario, el pacto habla de una comisión para exponer sugerencias de posibles elementos destinados a reforzar la democracia directa.
Otros asuntos relacionados con la educación y una Ley Fundamental para que el Ejecutivo pueda financiar directamente a los institutos de enseñanza, la familia, el clima y energía, la vivienda y el mercado laboral, también se recogen en el extenso escrito.
El anuncio del convenio también llegó con el reparto de las carteras ministeriales.
Luego de las intensas negociaciones, se convino que el SPD quedara al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, cargo que se pronosticaba en un primer momento para su líder Martin Schulz.
A pesar de las especulaciones, Schulz renunció a esa posibilidad debido a la fuerte presión interna, según notificó él mismo en un comunicado.
Asimismo, el SPD tendrá también los puestos de Finanzas; Justicia y Protección a los consumidores; Trabajo y asuntos sociales; Medio Ambiente, Protección de la Naturaleza y Seguridad Nuclear, y Familia, Tercera Edad, Mujeres y Juventud.
Por su parte, el jefe de la Unión Social Cristiana (CSU), Horst Seehofer, partidario de una línea dura en materia de inmigración, será el ministro del Interior del Ejecutivo. La CSU asumirá, además, el control de las carteras de Transporte e Infraestructuras, y de Cooperación económica y Desarrollo.
En la nueva repartición, la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Merkel se quedará con los cargos de los ministerios de Economía y Energía; Educación e Investigación; Agricultura y Alimentación; Defensa, y Salud.
Los analistas plantean ahora que el desafío del nuevo Gobierno es ganar la legitimidad perdida.
La decisión de retomar las negociaciones de coalición con la CDU, después de haber rechazado categóricamente una renovación de esta alianza, no tiene un efecto positivo para la popularidad de los socialdemócratas.
El último sondeo del canal público de televisión ARD, mostró que el SPD cayó a un nivel histórico extremadamente bajo con solamente 18 por ciento de respaldo.
Schulz tomó oficialmente las riendas de los socialdemócratas en marzo de 2017, luego de ser recibido con gran entusiasmo en la formación.
Sin embargo, el revés sufrido en los comicios de septiembre, cuando el partido enfrentó su mayor derrota histórica, y su incongruencia política al dar marcha atrás a su inicial oposición a reeditar la alianza con la CDU, le hicieron perder credibilidad entre sus seguidores y la opinión pública.
Incluso el todavía ministro de Exteriores, Sigmar Gabriel, lamentó «la falta de respeto dentro del SPD y lo poco que cuenta una palabra dada», como referencia a las promesas no cumplidas del expresidente del Parlamento Europeo durante la campaña electoral.
Mientras, Merkel también recibe las críticas de la CDU por sus concesiones ante los socialdemócratas para finalmente llegar a un entendimiento.
«Con esta estructura de Gobierno, la CDU se ha debilitado y ha perdido influencia», expresó con inconformidad el conservador Norbert Röttgen.
«El hecho de que la cartera de Finanzas esté en manos del SPD hace prever un final de la sólida política presupuestaria», aseveró Werner M. Bahlsen, presidente del consejo económico de la CDU.
El esperado pacto arriba con más de cuatro meses de retraso y tras un intento fallido por parte de Merkel de crear la conocida «coalición Jamaica» con liberales y ecologistas.
No obstante, todavía no es momento de cantar victoria para el país europeo, pues el acuerdo necesita ser aprobado por cerca de 460 mil militantes del SPD en una consulta postal vinculante.
El partido precisó que la votación por correo acontecerá entre el 20 de febrero y el dos de marzo, aunque el resultado final será anunciado dos días después.
De acuerdo a las promesas de Schulz cuando decidió entrar en negociaciones con los conservadores, el carácter vinculante de la consulta representa que un triunfo del «no», provocaría el fin de la alianza y llevaría a otro temblor político en la nación.
El primer gobierno democrático en Alemania Federal tras la Segunda Guerra Mundial fue liderado por el dirigente de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Konrad Adenauer, desde 1949.
Adenauer formó alianza con los liberales (FDP) y el desaparecido Partido Alemán (DP, conservador) y cuando volvió a ganar las elecciones cuatro años más tarde, mantuvo los mismos socios de coalición.
Ni siquiera en aquella época, cuando se intentaba la reconstrucción del país luego del conflicto bélico más feroz en la historia de la humanidad, fue tan difícil la formación de un Gobierno como en estos momentos.
El futuro de la nación europea no está decidido, y esta tercera parte de la historia augura todavía difíciles momentos para la «coalición de perdedores», que con un particular tira y afloja, tensiona peligrosamente la cuerda política del país.
Coalición en Alemania: terceras partes, ¿serán buenas?
Por Rachel Pereda Puñales